E-Services para el TopDown y el Opus

La mayoría de los campos presentan distintas condiciones de suelo dentro de sus límites. Los suelos más pesados suelen plantear dificultades a la hora de crear una cama de siembra, mientras que algunos suelos más ligeros tienden a autocompactarse, lo que exige un laboreo más intensivo. En la actualidad, todos los tipos de suelo de un campo suelen trabajarse de la misma manera. Adaptando el laboreo a las condiciones del suelo existe la posibilidad de ahorrar combustible y obtener el mismo rendimiento.

El suelo no debe trabajarse ni demasiado ni demasiado poco. Adaptando el laboreo a las necesidades reales, nos aseguramos de alterar el suelo lo menos posible. Así se minimizan los posibles efectos negativos del laboreo, como la pérdida de carbono, la evaporación de la humedad y la erosión.

En muchos campos existe cierto grado de compactación del suelo. El problema es que rara vez está distribuida uniformemente. Muchas veces, se limita a las cabeceras y a las calles. Aumentando la intensidad de cultivo sólo en las zonas problemáticas, el resto del campo puede trabajarse utilizando menos combustible.

Un mayor número de residuos implica, por lo general, la necesidad de una mayor profundidad de trabajo para incorporarlos correctamente. Adaptar la profundidad de trabajo a un mapa de rendimiento, permite una mejor germinación y una cosecha más uniforme.

Mediante la adaptación de la presión de reconsolidación en función de la profundidad de trabajo, el tipo de suelo o el contenido de humedad del mismo, se garantiza que el cultivo siguiente se desarrolle en las mejores condiciones posibles.